viernes, 27 de mayo de 2011

RESCATE DEL CINE VENEZOLANO
Un reflejo social de nuestra cotidianidad
Los comienzos del cine en Venezuela se dieron a partir el 23 de enero de 1897 cuando se mostró en el Teatro Baralt de Maracaibo dos filmes que marcaron el inicio del cine venezolano; Muchachos bañándose en la Laguna de Maracaibo y Un célebre especialista sacando muelas en el Gran Hotel Europa.
Si bien en 1934 se hicieron algunos intentos de sonido con la película La Venus de Nácar, no sería hasta 1938 con el estreno del cortometraje Taboga que se puede hablar verdaderamente de la aparición del cine sonoro en Venezuela. Igualmente se rueda el primer largometraje sonoro en el país: El Rompimiento, de Antonio Delgado Gómez.
Con la caída de la dictadura, el cine habló. A finales de los años cincuenta, el cine venezolano recibe un reconocimiento muy importante, de la mano de Araya, película de la joven cineasta Margot Benacerraf. Este filme recibió el Premio Internacional de la Crítica el Festival de Cannes de 1959.
El cine de los años sesenta: En el año de 1965, Mauricio Odremán Nieto estrena su película EFPEUM. Esta película, que puede ser catalogada como la primera película de ciencia ficción venezolana, nació prematuramente en una Venezuela que aún no había despertado del realismo, y que apenas comenzaba a aceptar el realismo mágico como un elemento de la cultura del venezolano.
            Definitivamente, los años 70 fueron los años de mayor apogeo de la gran pantalla  nacional. Nace El Nuevo Cine Venezolano en 1973, la película Cuando quiero llorar, no lloro de Mauricio Walerstein, basada en la novela homónima de Miguel Otero Silva, logra un éxito sin precedentes en taquilla, lo que comienza un boom del llamado Nuevo Cine Venezolano. En 1975, el Gobierno venezolano aprobó una política crediticia para estimular la producción cinematográfica y publicó las normas para la comercialización de películas venezolanas.

            El estilo que dominaba en la pantalla de cine de los años ochenta tenía una marcada tendencia a mostrar la delincuencia, la marginalidad y la violencia, a través de imágenes con fuertes elementos populares y urbanísticos que dejaban entrever la realidad social y la pintoresca personalidad del venezolano.
            Los años noventa comienzan con muy buen pie para el cine nacional. Se estrenan Jericó de Luis Alberto Lamata y Disparen a Matar de Carlos Azpúrua, ambas con gran éxito de taquilla y crítica, llegando incluso a conseguir varios premios internacionales. En 1994 se decreta la Ley de Cinematografía Nacional, en la cual se establece la creación del Centro Nacional Autónomo de Cinematografía.
            En esta década de los noventa los realizadores de los setenta se mezclan con los nuevos talentos y se crea una apertura artística con un abanico de temas más variado, en los que es posible ver cine de corte social, ficción, suspenso, animación, humor negro y drama.
            A partir del año 2000 hasta el 2010 el cine venezolano ha dado un gran vuelco gracias a la tecnología y como ejemplo en el caso de la película producida por la Fundación Villa del Cine creada por el Gobierno Venezolano, muestra el apoyo que este ofrece a la cinematografía del país. El cineasta Diego Rísquez a principios del año 2000 tuvo un gran éxito profesional y de taquilla con la creación de Manuela Sáenz, la Libertadora del Libertador que recibió muy buenas críticas. Durante esta década se estrenaron más de 17 películas las cuales algunas ganaron premios internacionales. Venezzia suma 15 premios acumulados alrededor del mundo en festivales de cine, así se convierte en la producción cinematográfica venezolana más reconocida y la más vista en los últimos diez años.
            El cine Venezolano siempre se ha sido catalogado como un “cine violento” cuyas temáticas siempre están enmarcadas dentro de  problemas sociales como la delincuencia, las drogas, el abuso sexual, entre otros, provocando con el pasar de los años cierta apatía en los espectadores cansados del “mismo cine”, pero en los últimos 10 años, la creatividad se ha ido posando en nuestro cine. Nuevas temáticas, nuevas maneras de contar historias y la utilización de recursos técnicos modernos están dando un giro al cine venezolano, sin embargo, luego de tantos años de “cine violento” es difícil para los espectadores volver a confiar en las películas venezolanas,  he aquí el motivo de nuestro trabajo, un breve recorrido por la historia cineasta venezolana que representa el mejor ejemplo de dicho cambio.
FABIOLA VIERA

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