Galipán, lejos del ruido caraqueño
En la época de Caracas “de los techos rojos”, todos los diciembres un floricultor galipanero llegaba a la plaza Bolívar de Caracas huyendo del tremendo frío que pegaba en las montañas del Ávila; este hombre se llamaba Pacheco que llegaba a Caracas por el Camino de los Españoles y entraba por la Pastora, vendía sus flores en la plaza de ese lugar, de esta manera la gente comenzó a asociar la llegada del vendedor de flores con la época más fría, desde Noviembre hasta Enero.
Los caraqueños al ver a este hombre exclamaban “Allá viene Pacheco”, “Bajó Pacheco” o “Llegó Pacheco”, de esta forma sabían que las temperaturas estaban bajando en la montaña y que también bajarían a los pocos días en Caracas. La llegada del Pacheco era sinónimo de que se acercaba la Navidad.
Un domingo se decide ir a Galipán para así experimentar el fríode Pacheco, La camioneta pasaba por las curvas del cerro, tus ojos y mente se pierden en el paisaje, tu rostro absorbe el clima, respiras aire fresco y lo menos que sentirás es la preocupación por llegar a una comunidad rural de 2 mil 500 habitantes o galipanros, que está sembrada en la vertiente norte del tramo central de la Codillera de la Costa, sobre la primera parte del cerro El Ávila; en jurisdicción del estado Vargas y dentro de los límites del Parque Nacional Waraira Repano.
Cuando llegas al puesto “El Mirador Galipanero”, la encargada te cuenta que el nombre de Galipán proviene de un cacique de la tribu Caribe llamado Galipa, que habitaba en aquellas tierras durante muchos siglos pasados, en aquellos momentos los caribes fueron los primeros en habitar aquellas tierras, después llegaron los conquistadores españoles, quienes desplazaron o exterminaron a los aborígenes de aquellas tierras, y Francisco Fajardo coloniza el lugar que actualmente se conoce como San Francisco.
Pero si retrocedemos unos 50 años, durante el mandato de Marcos PérezJiménez, recordaras que fue quien mando a construir el sistema Teleférico de Caracas/ Litoral, el primer tramo que conectaba a Caracas con el cerro Ávila y el segundo tramo conectaba al cerro con Galipán y Macuto, siendo un eficaz sistema de transporte y de turismo para la zona.
Por fin realizamos nuestra parada al Restaurant “Lunavila”, bajamos 12 personas de los rústicospara cenar, no habían mesas y nos hacen esperar 15 minutos para ubicarnos, mientras conversábamos se nos fue el tiempo rápidamente, cada uno hace su pedido, a la media hora llega la parrilla, sangría ( que es divina), los sándwiches de pernil, menos las pizzas. Seguimos en la espera de ellas, el hambre ataca a tres de los comensales, ocasiona disgusto y desilusión, después de 1 hora exactamente llegan las pizzas, son devueltas al mesonero, se pide la cuenta y nos vamos del lugar.
Rodando echas un vistazo a los distintos lugares para comer, desde improvisados kioscos y tarantines hasta excelentes restaurantes de comida gourmet (unos buenos, otros muy malos), las fresas con crema, dulces criollos, el famoso “Calentaito Galipanro” (licor caliente para calmar el frío), se ve el cultivo de distintas flores, orquídeas, tulipanes, girasoles, calas, lirios, entre muchas más.
Al bajar por el sector Dolores de San José de Galipán, a 600 metros de altura sobre el nivel del mar, vimos el famoso letrero “Museo de Piedras Marinas Soñadoras”, que fue creado por el artista y filosofo Gonzalo Barrios Pérez, mejor conocido como Zóes. Lo que más impacto es ver como el chaman relata que las piedras de ese hermoso jardín le hablan y cuentan historias, cada piedra tiene su razón de ser y de estar, “transmiten armonía”.
Hacer un recorrido descalzo con el único fin de divertirse, encontrarse con uno mismo a través de la risa y el juego, haciendo contacto con la naturaleza, sentirá un efecto de felicidad, de buena energía, purificación, que no se puede describir en estas líneas.
El público inventó un juego mágico de pedir tres deseos poniendo la frente y el plexo solar sobre una de las esculturas de piedra. La piedra embajadora o logotipo del museo es la que representa la ley básica y estructural, la ley de armonía. El jardín de piedras reglamenta el libre albedrío (se puede hacer lo que quieras, menos crear polémica). La escultura llamada La Conciencia Cósmica es la piedra filosofal del museo porque tiene un efecto reflexivo en los visitantes. La gente juega con los ojos cerrados marcando la huella buscando el centro. Al llegar allí, abre los ojos y se regresa, vuelve a cerrar los ojos y va haciendo reflexología individual.
Ya cansados del viaje nos quedamos en la posada “El Jardín de la Luna”, que está adentro de las instalaciones del museo ecológico. La propuesta es muy romántica y es también una autobiografía de su autor, el artista y poeta de Galipán “Zóes”, realizo escritos en las paredes de las habitaciones y posada para así reflejar las etapas que ha vivido. El paisaje te relaja y hace notar la diferencia a un hotel en Caracas, primero x el silencio y un clima tan frio pero a la ve cálida y segunda por su maravillosa vista que da hacía el mar Caribe.
Realizamos las reservaciones por: http://www.hotels.com.ve/hotel/Posada_Jardin_de_la_Luna/2914, encontramos diferentes opciones en cuanto a las habitaciones nos ofrecieron la Mamitis, Luna Nueva, Plenilunio, Novilunio, Luna de Miel, Flor Oculta, Los No Cuaimos y Florencia; con un valor de 650 Bs.F por persona (cada una) y 325 Bs. F la persona adicional.
DUBRESKY ROLDAN
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