jueves, 26 de mayo de 2011

EDITORIAL
Un muchacho con tendencias al estilo, la moda y la creación de prendas rastafari, una joven con preferencias al skateboarding, y un chico que se desenvuelve a través de movimientos corporales, son los protagonistas de esta historia sobre la cotidianidad que la gente ignora.
Sin discriminaciones
            Era una tarde nublada, la fría y fuerte brisa desplazaba las hojas marchitas de un lado a otro, creando un ambiente relajante y silencioso -para quienes saben apreciarlo- perfecto para despejarse del estrés del día a día.
            A Karla, le encantaba la idea de ser Skate tanto que se deleitaba de solo imaginarlo, aún no sabía cómo, pero le llamaba la atención. Constantemente se sentía discriminada por ser niña, pensaba que no le permitirían practicar este deporte. Una tarde decidió ver mas allá de su ventana, y después de ir a clases, fue al Parque Generalísimo Francisco de Miranda para indagar acerca de este arte, pues había escuchado que allí había un grupo que practicaba este deporte.
            Al entrar al parque, detuvo su atención en una bisutería muy colorida que estaba en la entrada, vio, y se probó cada una de las tobilleras que allí habían, entablando una grata conversación con el vendedor.
            Diego- elocuente y creativo-  era el vendedor de bisutería rasta, quién cautivó a Karla con una enorme sonrisa, estos tortolos comenzaron una agradable y entretenida conversación, tanto así, que Diego la invito a comer un helado.
            Recogió su artesanía y se dirigieron al kiosco más cercano. Después de un rato se robo la atención de ambos, un acto deportivo que los distrajo profundamente por un par de horas. Diego y Karla compartieron ideas, ella le comentó sus deseos de patinar, ya que siempre le ha llamado mucho la atención; diego le aconsejó que no se dejara amilanar por pensamientos machistas; y él por su parte, le contó qué es lo que hace, para ayudar al sustento económico de su hogar, debido a que le vende bisutería como un empleo opcional.
            Tan larga fue la conversación, que dio chance a que el acto deportivo terminara. Los chicos al admirar el desempeño de uno de los jóvenes que estaba practicando capoeira, deciden llamarlo para preguntarle acerca del mismo.
            El joven se llama José, el amablemente se integro a la conversación y respondía a las interrogantes que Diego y Karla tenían acerca del capoeira, él les comentó que era un deporte que consiste en hacer movimientos acrobáticos relacionados a las artes marciales, que era como un baile artístico, ya que no había contacto físico con el contrincante, que era una actividad que le permitía relajarse y olvidarse de los pequeños problemas que tenia.
            Esto es una pequeña muestra de la integración que existe en la juventud, el cómo se relacionan chicos de diversos movimientos urbanos e ideologías, sin importar la raza, el sexo, ni el nivel económico que tengan. Caracas es una mezcla de culturas que deben ser aceptadas por la sociedad, siempre y cuando no afecte a la misma.

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