miércoles, 22 de junio de 2011


Teatro de calle: ¡Los Diablos de Yare!

Seguramente si le hablamos a un Mirandino de: Máscaras, procesión, colores, comparsa, religión y promesas, inmediatamente responderán como si se tratara de una adivinanza: ¡Los Diablos de Yare!
Y es que este estado logró convertir la tradición en Patrimonio intangible y bien de la nación desde el 2003 luego de que por 263 años se celebrara esta ceremonia mágico-religiosa tan particular y pintoresca reconocida en muchas partes del mundo.
Los Diablos de Yare bailan cada año  en San Francisco de Yare, Valle del Tuy medio, a unos 70 kilómetros al sur de Caracas, estado Miranda desde 1740.
En esta celebración se congregan varias escuelas de música de la costa donde converge la cultura negra, de origen africano, y la religiosa católica de origen europeo.
Esta festividad folklórica rinde homenaje a San Francisco de Padua, al Santísimo sacramento y a Jesucristo,  el día de Corpus Cristi  o Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo (60 días después del domingo de resurrección, cayendo siempre un jueves)
La tradición es una simbología muy interesante. Logran definirla como “el prevalecer del bien sobre el mal”, ya que los hombres que toman la promesa deben vestir de diablos de rojas vestiduras y máscaras grotescas realizadas muchas veces por ellos mismos; esto con la intención de establecer un orden jerárquico dentro de la fraternidad.
El capataz tiene una máscara con cuatro cuernos para lograr diferenciarse de los demás, los otros dos capataces que lo escoltan tienen tres cuernos. Estas jerarquías se obtienen por los años, por conductas y actitudes.
Los diablos visten Camisa, pantalón y medias rojas, máscara y alpargatas. Llevan una cruz de palma bendita, el rosario y la medalla del Santísimo. Llevan en una mano una maraca en forma de diablo y en la otra un látigo. 

Solo hombres bailan como “Diablos de Yare” las mujeres forman parte de la ceremonia, acompañándolos en la procesión, llevan agua, comida y se encargan de la organización del evento en sí. Se dice que solo la presencia de una mujer está permitida dentro del rito, esta mujer es la que ellos asumen como la mujer del diablo “La sayona”.
Los diablos bailan al ritmo de los tambores, desordenados, con una conducta anárquica que representa el mal en la procesión que los conduce hacia la iglesia, tomada como punto final, pues al llegar a ella todos los diablos se arrodillan al unisonó  ante el santísimo en señal de sumisión y respeto ante el poder divino.
Al estar postrados el sacerdote los bendice, y se escuchan las campanas de la iglesia, haciendo que los diablos se dispersen dejando un ambiente de paz luego de la concurrida fiesta.
Por supuesto la elaboración de los vestuarios es todo un tema, pues como es usual que los que marchan realicen sus propias mascaras o de lo contrario encarguen esta tarea a un especialista en dibujar la cara del diablo.
Por mucho tiempo el nombre de Manuel Sanoja “el mocho” fue reconocido en la región por considerarse el hacedor de mascaras de diablo por excelencia, avivando la tradición y llenando de colores este evento anual.
Según se rumora en el estado es el mejor traduciendo la cara del diablo en una máscara porque es quién más lo ha visto. Actualmente existe un taller familiar que llamado como su fundador: “El mocho”  dirigido por José Manuel (primer hijo de Sanoja).
Se ha llegado a considerar que los Diablos Danzantes se conviertan en patrimonio de la humanidad, por la transcendencia a lo largo de los años, por el derroche de cultura, de tradición y sobretodo de fe.
Recomendamos asistir a esta celebración el próximo año, ya con tanta historia interesante es poco lo que tenemos que envidiarle  a “Halloweed”.

Diana Martínez.

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