viernes, 22 de julio de 2011

Barbie vs. Muñeca de trapo


Barbie se reinventa cada cierto tiempo, más rubia, con más accesorios, más profesiones y más fashionista.

Aunque la muñeca de trapo no haya cambiado a lo largo de los años y mantenga su cabello trenzado, vestido de niña y humilde construcción, es el reflejo de la infancia de muchos que la recuerdan como símbolo de una época de mayor inocencia.

Antes de las chicas plásticas había un juguete que no podía faltar en ningún hogar. Si bien es cierto que de niñas todas moríamos por una Barbie, también lo es que la ternura que una muñeca de trapo inspira es invaluable. Debe ser por la dedicación y creatividad que requiere su construcción, por los hilos de tradición que al unirse forman en tela, la esencia del juego y la imaginación.  Hace recordar a muchas, que de niñas siempre tenían una muñeca en la cabecera en sus camas y ahora mujeres regalan una a sus hijas, más que para jugar, para sembrar tradición y cultura.

Las muñecas existen desde siempre, de hecho se conoce que incluso en la prehistoria hubo creaciones de este tipo, por supuesto mucho menos elaboradas, pero la idea es recrear a un ser humano a través del arte, pues  las niñas siempre han buscado llevar consigo una amiga de juguete que a pesar de eso las acompaña a todas partes.

Siempre se atribuye su creación, a la cotidianidad de los caseríos rurales y a las comunidades de indígenas venezolanos, quienes no conocen otro tipo de muñeca, pero tampoco les hace falta cabe destacar, pues vertieron toda su infancia en este juguete tan sencillo.

Antes, las muñecas se hacían con madera, y diversos materiales de la naturaleza. Por supuesto la tela es el material predominante por ser uno de los más accesibles y económicos.
La técnica es el secreto, afirman quienes tienen por profesión la elaboración fiel al  modelo original que se conserva a través de los años.

En Venezuela,  el estado Sucre ha convertido a las de trapo en casi un símbolo. Tanto es así, que quien llega a esta zona no puede irse sin llevar una muñeca para sus hijas, o al menos como adorno tradicional.

Alli podemos conseguir, una variedad de muñecas que deslumbra al que las ve. Las hay negritas con su “bemba colora’”, las típicas muy blancas con sus mejillas rosadas, de cabello castaño negro, rubio y hasta rojo que se combinan con vistosos vestidos de lunares o diseños muy llamativos.

Las admirables artesanas que hacen que las muñecas no pierdan ni su fama ni su encanto, utilizan telas o medias viejas rellenas de algodón planchado o estambre, las más buscadas entre los rústicos puesto de venta a la par de la carretera en Cerezal, Plan de la Meza o la entrada de Cumaná.

No hay nada que buscar en la muñeca extranjera, nuestra cultura tiene más edad que ella.


Diana Martínez


Teatro de calle: ¡Los Diablos de Yare!

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